Ficha 2: Atención abierta, capturada o centrada.

En el proceso de la consciencia interviene una de las múltiples funciones de la mente que es la de servir de gran pantalla invisible o de espejo, donde se reflejan las informaciones que nos aportan los sentidos. Para el Budismo, existen seis sentidos: vista, oído, olfato, tacto, gusto y la propia mente que genera ideas, «sensaciones», emociones,… funcionando pues también como un sentido más. Existen 6 órganos sensoriales, 6 tipos de objetos sensoriales (imágenes, sonidos, olores, gustos, sensaciones corporales y emociones, ideas, «sensaciones»,…) y 6 tipos de conciencia sensorial (visual, auditiva,… y mental).

El contacto (phassa) tiene lugar cuando se encuentran un órgano de los sentidos con un objeto sensorial y la conciencia sensorial correspondiente (por ejemplo un sonido con el órgano del oído y la conciencia auditiva). Al margen de que exista un tipo de contacto para cada sentido, nos interesa distinguir entre la multitud de contactos que ocurren cada segundo y definen » la realidad » tal como nos la representamos en nuestra pantalla mental, aquellos donde la atención se queda capturada.

La atención (sati) puede ser comparada al foco de luz que ilumina la pantalla mental. Puede moverse a una velocidad impresionante definiendo «al mismo tiempo» la imagen de la habitación en la que nos encontramos, los sonidos, olores, etc…. así como las ideas y emociones que nos sugiere. En realidad, la atención sólo puede estar en un punto a la vez y es su velocidad la que nos da la ilusión de sincronicidad o de continuidad (como en el cine).

En estados de atención abierta, este foco de luz se mueve libremente iluminando los diversos «objetos» que provienen de los múltiples contactos, sin pararse en ninguno en especial. Se acompaña de sensaciones agradables de amplitud, luminosidad, novedad, descanso y bienestar, desarrollándose la acuidad sensorial y la claridad mental.

Conectamos cada vez más con el presente, con el aquí y el ahora, y la dimensión intemporal y no dual del universo. Es lo que desarrollamos más específicamente con el ejercicio que hacemos antes de meditar, sintiendo el cuerpo y abriendo la atención.

En estados de atención capturada, el foco de luz se detiene en un contacto en particular, reduciendo considerablemente el número de otros contactos y la atención que se les presta. La atención ilumina otro contacto pero vuelve al objeto de capturación constantemente, que pasa a ocupar un alto porcentaje de la atención disponible. Esto ocurre involuntariamente y casi inconcientemente. Este tipo de contactos donde la atención es capturada, generan de inmediato en la mente «sensaciones» (vedana), es decir reacciones no verbales de tres tipos: agradables, desagradables o ambiguas. Las agradables serán a menudo intensas y provocarán deseos, excitación y euforia, más que descanso y bienestar. Las desagradables provocarán todo tipo de rechazos y emociones negativas. Las ambiguas podrán despertar la curiosidad o provocar dudas e indecisión, inhibiendo la acción. De cualquier forma, la mente en estado de atención capturada se volverá generalmente más agitada y presa de deseos, rechazos y dudas, con una consiguiente pérdida de descanso, simple bienestar y claridad mental. Existen evidentemente grados de capturación (hasta llegar a la obsesión), ligados a la intensidad de las «sensaciones». Como ejemplos podemos citar que cuando estamos seriamente preocupados por algo , estamos mucho menos disponibles a la vida en general; cuando nos hablan y no escuchamos bien , tenemos la atención capturada en lo que queremos contestar o en otra cosa. La atención capturada se caracteriza también por los sobresaltos que damos al no estar atentos a lo que nos rodea, distraídos.

La atención centrada puede confundirse con la capturada, en la medida en que la atención está más ocupada por un objeto o un contacto que con los otros.

Pero existen varias diferencias fundamentales por ser un hecho voluntario, consciente, sin apego y sin pérdida de la percepción o de la «intuición» de lo que nos rodea, salvo en estados de concentración profundos donde se trata más de una absorción que de una capturación. Es un estado tan agradable o más que el de atención abierta, que ocurre espontáneamente en la meditación o que podemos utilizar para observar más precisamente una cosa, o reflexionar (reflectar) sobre una cuestión. Pero mientras no haya capturación, seguimos intuyendo o percibiendo lo que nos rodea y no nos sobresaltamos porque no estamos distraídos. El foco de luz simplemente se concentra en el objeto, sin perder la globalidad de la atención. Es posible, pero a veces difícil, pasar del estado de capturación al de atención centrada, con el mismo objeto.

Pero en una primera etapa basta con entrenarnos simplemente a tomar cada vez más consciencia de los estados de atención abierta y atención capturada.

 

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