Maurice Nicoll – Las bodas de Caná

maurice-nicollEl Nuevo Hombre – Maurice Nicoll – Editora y Distribuidora Yug

No son las palabras lo que da el sentido a lo que la parábola dice. Algunos sueños son parábolas puras, tal como algunos mitos antiguos y algunas leyendas. Pero lo que le da validez a todo es su significado psicológico, tanto a los mitos, como a las parábolas, a los sueños, cuentos de hadas, etc. En un nivel natural de la mente parecen no tener más sentido que el meramente literal. Pero el significado espiritual, el psicológico, no puede transmitirse directamente en palabras a la mente que se encuentra en un nivel natural. Y ésta es la razón por la que siempre ha existido otro lenguaje. Sólo aquellos que se hallan familiarizados con él pueden entender un lenguaje verbal. Pero una parábola, que representa algo visual, puede ser comprendida por cualquiera aun cuando no hable el mismo lenguaje verbal. Hay dos lenguajes; corresponden a dos profundidades o niveles del hombre.

En el lenguaje esotérico existe un término que siempre representa el cumplimiento de cierto desarrollo. Este es un término numérico. El número tres implica realización. En esta señal, la de la transformación del agua en vino, se comienza el relato diciendo que en el tercer día hicieron unas bodas. El principio, el medio y el fin forman una etapa completa. De suerte que, en términos esotéricos, el número tres es el final de algo y el comienzo de alguna otra cosa. Cuando se cumple una etapa psicológica, se inicia una nueva. Esta es el «tercer día». Lo viejo pasa y comienza lo nuevo. O bien se trata de que el nivel superior principia a ser el activo y el inferior a obedecerle. El número tres se utiliza para representar esta situación como, por ejemplo, cuando Cristo cumplió el tiempo necesario en los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos y se elevó a los cielos. Muchos son los ejemplos de este número tres que se citan en los libros esotéricos que contiene la Biblia. Jonas estuvo durante tres días en el vientre de una ballena. Pedro negó a Cristo tres veces, o sea que lo negó completamente. Cristo le preguntó a Pedro tres veces si lo amaba. La higuera que no da fruto durante tres años debe ser cortada. Muchos son los ejemplos del número tres que indica realización, ya sea en el sentido de un comienzo o en el sentido de que algo ha devenido completo.

Toda la señal de la transformación del agua en vino se refiere al estado alcanzado por Jesús en el desarrollo de su aspecto humano, de suerte que comienza con «el tercer día».

«Y al tercer día hiciéronse unas bodas en Cana de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también llamados Jesús y sus discípulos a las bodas. Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: «Vino no tienen». Y duele Jesús: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Aún no ha venido mi hora». Su madre dice a los que servían: «Haced lo que os dijere». Y estaban allí seis tinajuelas de piedra para agua, conforme a la purificación de los judíos, que cabían en cada una dos o tres cántaros. Dueles Jesús: «Henchid estas linajudas de agua». E hinchiéronlas hasta arriba. Y dueles: «Sacad ahora y presentad al maestresala». Y presentáronle. Y como el maestresala gustó el agua hecha vino, que no sabía de dónde era (mas lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua), el maestresala llama al esposo. Y dícele: «Todo hombre pone primero el buen vino, y cuando están satisfechos, entonces lo que es peor, mas tú has guardado el buen vino hasta ahora». Este principio de señales hizo Jesús en Cana de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.» (Juan II, 1-11.)

Tómese nota que la Madre de Jesús está en la boda; representa el antiguo nivel con el que Jesús todavía mantiene contacto, pero con el que ya nada tiene que ver. O sea que le dice al antiguo nivel de sí mismo: «¿Qué tengo yo contigo, mujer?» Para poder entender una tan ruda actitud hacia su Madre, es necesario ver otros pasajes de los Evangelios. Supongamos que un hombre llegue a cierto nivel en sí mismo, a cierto plano en el que él compadécese a sí mismo, en el que todo cuanto es patético haya sido destruido. Muchas personas consideran a Cristo como una figura patética, como a un Cristo enfermo. Esta concepción de Cristo tiene por compañera la idea de que fue tratado brutalmente y arrastrado a la cruz. Pero por cierto que todo el contenido de los Evangelios demuestra lo contrario. Los Evangelios indican que él sufrió con deliberación en la cruz. Predijo su crucifixión. Advirtió a sus discípulos diciéndoles que él tenía que padecer hasta el fin. Y cuando en el huerto de Getsemani, en su agonía, oró pidiendo que este fin fuese cambiado, llamándole una copa que tenía que apurar, dijo: «Pero hágase tu voluntad, Padre, y no la mía». A nada conduce ver en Cristo a una figura patética. El Cristo sentimental que conocemos es una invención. Cosa bastante obvia es que fue duro en su manera de tratar a otros; ofendió a muchos, y fue también duro consigo mismo. En la escena con Pilatos se prueba que si hubiese querido hacer su voluntad hubiese podido huir. Le dijo a Pilatos: «Ninguna potestad tendrías sobre mí si no te fuese dada de arriba» (Juan XIX, 11). Jesús desempeñó deliberadamente el papel que le fue asignado y lo cumplió porque tal fue el propósito con que vino al mundo. Y lo explicó a menudo. Los discípulos no le comprendieron. Sólo cuando hubo pasado un tiempo algunos de ellos captaron la idea subyacente en todo el drama de Cristo que se había realizado ante sus propios ojos; o sea la inevitable crucifixión de un nivel superior de la Verdad a manos de quienes se encuentran en un nivel inferior. El continuo drama de la vida humana es la destrucción de la Verdad psicológica por la Verdad literal.

Jesús expresa a su Madre: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Aún no ha venido mi hora». Esto sugiere que eventualmente será destruido por aquellos que la «Madre» representa en la humanidad. Debemos alejarnos por completo de cualquier significado literal, aun de cualquier figura para comprender esto. Jesús había llegado a un punto en su evolución y, en la tentación, en el que el nivel de la «Madre» escasamente tenía algo que ver con él, o sea el nivel del cual la «Madre» es el típico exponente. Este nivel ya no tiene poder, y, sin embargo, lo posee. Pero está subordinado. De suerte que Jesús cambia el agua en vino y así da la primera señal del grado de desarrollo interior que ha alcanzado. Las dos ideas están conectadas: la elevación fuera del nivel de la «Madre» y el poder resultante de convertir el «agua» en «vino». Pero hay otra cosa bastante clara en el relato de estas bodas que representan un cuadro o retrato psicológico, y es que aun cuando Jesús había alcanzado este nuevo estado, en el cual ya no tenía nada más que ver con el anterior, éste se halla tan inmediatamente bajo de él que todavía puede ejercer cierto poder. Lo controla de tal modo que la «Madre» comprende que la obediencia es necesaria. De suerte que ella ordena a los «sirvientes» para que hagan todo cuanto Jesús les indique. Mediante este cuadro se exponen los tres niveles en Jesús: el más bajo lo representan los «sirvientes» que obedecen a la «Madre»; el del medio lo simboliza la «Madre», y el más alto, o el superior, lo representa el nuevo nivel o estado de Jesús al cual la «Madre» obedece. Concibamos estos tres estados como si fuesen tres líneas horizontales trazadas paralelamente la una sobre la otra. La línea del medio representará, entonces, lo intermedio entre lo superior e inferior. Dicho en otra forma, esto’ indica que existe cierto y preciso orden de niveles: el más elevado, el mediano y el más bajo. El estado superior que alcanzó Jesús, y que marca el comienzo de su poder para enseñar, se define en este retrato psicológico en términos de un matrimonio, de unas bodas; o sea de cierta unión interior, de un enlace completamente distinto a la unión de Madre e Hijo, y sus consecuencias se definen representando la transformación de agua en vino.

¿Qué significa la idea de una boda en esta descripción psicológica? ¿Cuál era el elemento que había en Jesús que tenía que unirse con algún otro elemento y que resultó en que el agua quedase convertida en vino y así diese la primera señal de su evolución interior? En la Biblia vemos que las primeras verdades que conciernen a nuestra existencia y lo que tenemos que hacer en ella, o sea los mandamientos, están escritos en piedra. Pero debemos también recordar que algo falló, que algo anduvo mal en la transmisión de estas verdades que Dios dio a Moisés. Este arrojó las tablas originales («escritas de Dios») y las destruyó al encontrarse con que durante su ausencia en el monte Sinaí el pueblo había comenzado a adorar un becerro de oro construido por ellos mismos:

«Y volvióse Moisés y descendió del monte trayendo en su mano las dos tablas del testimonio, las tablas escritas por ambos lados; de una parte y de otra estaban escritas. Y las tablas eran obra de Dios y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas… Y aconteció que como llegó al campo y vio el becerro y las damas, enardeciósele la ira a Moisés y arrojó las tablas de sus manos, y quebrólas al pie del monte.» (Éxodo XXXII, 15, 16, 19.).

Luego, Moisés fue ordenado de Dios que hiciera otras dos tablas con sus propias manos. «Y… alisó dos tablas como las primeras.» (Éxodo XXXIV, 4.) La Verdad de aquellos que se encuentran en un nivel muy superior de comprensión, en un nivel por encima del nuestro, es algo que no se puede transmitir directamente. No tenemos en qué recibirla, de manera que ocupamos nuestro nivel de entendimiento con acuerdos legales, con formulismos y demás cosas. En consecuencia, la Verdad superior llega a nosotros en los términos de una Verdad más baja, más rígida, más literal. Se trata como si los adultos estuviesen hablando a los niños. Es imposible transmitir el significado completo.

Así como los Diez Mandamientos debieron quedar representados en piedra a fin de que los Hijos de Israel los pudiesen recibir, así también la ya existente Verdad de la parábola de las bodas se describe en la forma de agua echada en seis vasijas de piedra de la clase que los judíos utilizaban para sus ritos de la purificación. Esto sugiere que la Verdad tenía como base las antiguas creencias y costumbres de los judíos. Según las más antiguas alegorías, el seis es el número de la Creación; o, en diferentes niveles, es el número que representa la preparación para cualquier logro. Durante seis días de la semana nos preparamos para el sábado; un esclavo judío tuvo que servir por espacio de seis años antes que pudiese obtener su libertad; una viña tenía que podarse durante un sexenio; la tierra debía ser arada durante seis anos, pero al séptimo siempre ocurría el sábado de sagrado reposo para la tierra. Tal fue la ley dada a Moisés. Igualmente, había seis gradas en la escalera del trono del rey Salomón. Así, las seis vasijas de piedra parecen representar un periodo de preparación durante el cual la Verdad, en la forma de agua, ya ha sido recibida y contenida en las mentes de los judíos; ha tomado la forma correspondiente a sus antiguas creencias y aguarda su transformación con la venida de Cristo.

Tenemos entonces en esta parábola que el «agua», tras haber sido echada en las vasijas de «piedra», se torna «vino». Recordemos lo ya dicho acerca de estos tres estados de la Verdad: piedra, agua, vino. La piedra representa la Verdad literal y se hace así posible comprender que las sucesivas transformaciones de su significado están implicadas en estos tres niveles de la Verdad. Lo que aprendemos en el regazo de nuestras madres bien puede ser la Verdad, pero no es nuestra aun cuando obedezcamos. Dios es espíritu; la «Madre» no lo es. La autoridad todavía no es interna, sino que proviene desde afuera. Y también se menciona que Jesús hablaba como uno que tiene autoridad. Pero aun esta comprensión de la Verdad no es suficiente, y no es lo que denota en este relato. Significa un nuevo estado, una nueva condición, y debemos recurrir a la palabra Bien a fin de tener una idea acerca de su significado real. Piedra, agua, vino, indican tres niveles de la Verdad, ¿pero dónde podremos hallar una palabra comparable al Bien? La ‘encontramos hacia el final de este dinámico relato. El maestresala, al probar el agua convenida en vino, comenta que lo usual es que en una boda se proporcione primero el buen vino, y después el malo. Estaba hablando en términos literales:

«Y como el maestresala gustó el agua hecha vino, que no sabía de dónde era (mas lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua) el maestresala llama al esposo y dícele: «Todo hombre pone primero el buen vino, y cuando están satisfechos, entonces lo que es peor; mas tú has guardado el buen vino hasta ahora-».» (Juan III, 9, 10.)

La «Madre» había ordenado a los sirvientes que obedecieran a Cristo. Tomemos nota de que tanto la Madre como los sirvientes sabían la orden de echar agua en las tinajas de piedra que estaban vacías. Tenían acceso al agua, o sea a aquella parte de Jesús que estaba al nivel de su comprensión. Y él, Jesús, utilizó este nivel inferior, pero no directamente. Lo utilizó a través del nivel intermedio llamado «Madre». En esto tenemos la evidencia de una verdadera psicología perdida hace ya muchísimo tiempo. Pero toda la mente tiene que estar abstraída a fin de poder captar un solo reflejo del esplendor del significado interno de esta primera señal del desarrollo interior de Jesús que se registra en términos de una imaginería visible, palpablemente falsa. Considerándolas desde el punto de vista de que esta imaginería visible pudiera ser cierta en lo literal ¿a qué iba a convertir Jesús 600 litros de agua en vino? Esto era sencillamente absurdo pues Cana de Galilea era un villorrio pequeño. No puede significar que tanta agua quedase, por un milagro, transformada en vino hacia el fin de una fiesta local. Se trata nada menos que de 600 litros. Pero es justamente esto, el advertir que su interpretación no puede ser literal, lo que nos hace ir en pos de un significado psicológico. La representación psicológica en términos de imágenes físicas, como se hace con las caricaturas, es una cosa: pero tomar el sentido psicológico en términos de lo físico es un proceso de reversión que continuamente ocurre con cada intento de proporcionar un significado para aquellos que sólo pueden tomar las cosas en un sentido literal y sensorio.

Una mente que se basa tan sólo en los sentidos creerá que el pan y el vino utilizados en el ritual de la conmemoración de la Ultima Cena deben tomarse literalmente. Pero el nivel literal de comprensión en asuntos tan superiores siempre origina enormes estragos en nosotros, y así ha sido en todos los tiempos. Un hombre podrá tomar literalmente la frase: «No matarás», y hasta podrá obedecerla. Pero si consigue ver con más profundidad y comprender que durante todo el día está matando a otros psicológicamente con sus pensamientos, con sus sentimientos, comenzará a pasar a otro nivel de comprensión en lo que a este mandamiento se refiere. Podrá darse cuenta del más amplio y más íntimo significado que encierra. Entonces, aquello que le fue enseñado externamente comenzará a penetrarle; y su significado sufrirá una modificación interna comparable al comienzo de la transformación de la piedra en agua. Eventualmente, al advertir todo el Bien que contiene este mandamiento, y así lograr tener compasión, que es algo que proviene de la Bondad, el agua se transformará en vino. Evolucionará en sí mismo a través de este discernimiento; evolucionará en su comprensión. La evolución individual sólo es posible por medio de la transformación de la comprensión íntima; el hombre es su comprensión, y el querer o la voluntad derivada de ella, y nada más. El hombre no es un ser físico. La evolución individual en el sentido que lo indican los Evangelios sólo puede ocurrir psicológicamente. Cuando por sí mismo el hombre ha podido valorizar aquello que le fue enseñado como un mero mandamiento o Verdad externa, cuando su aspecto emocional se ha desarrollado hasta alcanzar el mismo nivel de cualquier conocimiento de la Verdad que posea; cuando esto ocurre de tal suerte que trate de hacer aquello que sabe, y que trate de hacerlo no por obligación sino por la propia voluntad, por el propio sentimiento y el propio consentimiento, entonces es otra clase de hombre. Es un hombre que se perfecciona, un hombre que se acerca al grado que en esta parte tomamos bajo el símbolo del vino, un Nuevo Hombre.

Una de las más profundas enseñanzas del esoterismo trata acerca de la unión de los dos aspectos del hombre. En la enseñanza esotérica griega, ejemplarizada por Sócrates, se ve cómo esta idea corre a través de toda la exposición de que el hombre es un producto no acabado y que lleva en sí mismo posibilidades para lograr un estado superior. A estos dos aspectos Platón les llama Conocimiento y Ser. En La República dice: «El verdadero amante del conocimiento siempre está luchando por ser». Y también: «Cuando ella (el alma) descansa sobre aquello en que brillan la verdad y el conocimiento, y comprende y sabe que tiene razón… Esto, entonces, que da verdad a aquellas cosas sabidas y el poder de distinguir al conocedor, es lo que quisiera que vosotros llamaseis la idea del Bien… Del Bien puede decirse que no solamente es el autor del conocimiento de todo lo sabido, sino asimismo de su ser y de su esencia». A fin de poder saber como es debido, es preciso que el hombre sea. La educación para poder ser y la educación del conocimiento fueron el tema principal de sus últimos libros. El problema que mantuvo continuamente ocupado a Platón fue el de cómo educar correctamente a las personas, cómo impartirles el saber necesario y cuándo dárselo. Platón siempre vio como uno de los mayores peligros el proporcionar a tipos inferiores de gente un conocimiento que lo utilizaría mal. Para él, uno de los peores crímenes era el impartir conocimiento de cualquier especie a todos. Advirtió muy claramente la necesidad de un conjunto de disciplinas en cuanto al carácter del individuo y a su ser, antes de poder considerarlo apto para recibir conocimiento. Lo que es más, llegó a la conclusión de que cualquiera que quisiese obtener los grandes conocimientos debía someterse a todos los ejercicios y disciplinas de la vida hasta haber alcanzado una edad ya no joven. En las escuelas esotéricas de las que aún podemos advertir algunas huellas en la literatura antigua, los candidatos debían pasar por diversas y muy severas disciplinas antes que se les permitiese el acceso a cualquier conocimiento esotérico. El candidato podía verse obligado a servir en las condiciones más bajas y humillantes durante varios años, verse sometido a insultos que no eran más que una prueba para medir el temple de su ser. Si lograba pasar estas pruebas con éxito, si conseguía desarrollar en sí mismo fuerza y paciencia, entonces se le daba algún conocimiento. Pero si el hombre se quebraba, si se compadecía a sí mismo, si se quejaba o demostraba ser débil, si mentía, si se comportaba con malicia, si sacaba ventajas de los otros, si se resentía, si se consideraba a sí mismo mejor que los demás, entonces no recibía ningún tipo de saber. Esto significa que su ser estaba sometido a prueba antes de poder recibir cualquier clase de verdadero conocimiento. Hoy en día la situación es muy distinta. Cualquiera puede obtener conocimientos, sin discriminación de ninguna especie. Y hay cierta clase de literatura que llama la atención sobre este punto, entendiendo perfectamente la idea de que el desarrollo del ser es un factor primordial.

Para que el hombre pueda recibir un Conocimiento Superior, tiene que tener un Buen Ser. Así podrá hacer sal en sí mismo. Si consideramos el conocimiento como cloro y el ser como sodio, veremos que el hombre no tiene suficiente sodio en sí mismo como para combinarlo de un modo debido con el cloro que le llega desde afuera. No podrá tener sal. Porque entonces el cloro le envenenará. El poder del conocimiento es venenoso si está aislado y falto de la buena tierra que lo reciba. Acerca de esto es mucho lo que dicen los Evangelios. Puede, sencillamente, producir veneno para el mundo. En semejante caso, la adquisición de conocimiento sólo podrá dar los peores resultados. Pero el misterio es mucho más profundo. La enseñanza esotérica en cuanto al conocimiento y al ser se refiere a la circunstancia de que aquél no se puede entender a menos que exista un correspondiente desarrollo del ser. Un hombre puede saber mucho y no comprender nada porque su ser no está en la misma altura que su conocimiento. Como consecuencia de ello, no puede producirse unión alguna, enlace alguno entre su saber y su ser. Hoy en día podemos observar que existe una extraordinaria cantidad de libros repletos de muchos conocimientos, pero carentes de toda comprensión. Vemos que se dan las explicaciones más bajas acerca de los hechos científicos. El hombre de poco ser y de mucho conocimiento sólo puede proporcionar material sin sentido y que no conduce a ninguna parte. Y no sólo esto; puede también complicarlo todo de tal modo que resulte imposible entender. Así tenemos que la ciencia actual lo complica todo y no conduce a ningún sitio. Hay muchos hombres de ciencia que continuamente escriben grandes ensayos que nadie entiende —ni los mismos hombres de ciencia—. La razón de esto estriba en que es imposible comprender el conocimiento porque el ser es algo que se ignora por completo. El esoterismo siempre ha comprendido con toda claridad las condiciones del conocimiento. Siempre ha entendido que el conocimiento deberá conducir a la comprensión y que ésta únicamente puede desarrollarse cuando se perfecciona al ser. Esta es la idea más profunda relativa a la psicología humana, porque es entonces cuando se produce una unión que lleva a una evolución interior. En esta boda, o unión, el significado del conocimiento se enlaza con el ser de la persona y le conduce hacia su progreso interior. A este hecho es a lo que se refiere la parábola del agua convertida en vino. Significa que Cristo unió su conocimiento con el Bien de su ser. Su conocimiento y la bondad de su ser devinieron una sola cosa. Repitamos ahora algo de lo que ya se ha indicado: el maestresala habla del buen vino y de que el Bien se dejó para el final. Ante todo, el hombre tiene que recibir una enseñanza acerca de la Verdad, o sea que tiene que recibir el conocimiento, y su Bondad viene después. De hecho, sin embargo, el Bien también tiene que preceder al conocimiento. Pero sobre esto hablaremos más adelante. Lo que es Bueno es antes que toda Verdad, pero en el tiempo parecería que el conocimiento viniese primero. El objetivo final de la vida es el Bien. Si decimos que en la cima de todas las cosas se halla el Bien, entonces quiere decir que el Bien viene antes que nada y así es lo primero en esta escala. Pero en el tiempo parece que el conocimiento viniese primero. Todo conocimiento debería conducir al Bien. Por lo tanto, el Bien es lo primero, aun cuando para nuestros sentidos, que están en el tiempo y sólo pueden ver una transversal de toda la existencia llamada el momento presente, parece que fuera al revés.

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